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lunes, 23 de febrero de 2009

Es posible que nos encontremos en la caída buena

Les aporto herramientas que pretenden detectar extremos de mercado en renta variable


La tierra tiembla bajo los pies de la industria tradicional. Miremos al sector que miremos, las implicaciones de un futuro (ya presente) que gire alrededor de la economía digital y de internet, está socavando los cimientos en los que las más sólidas estructuras empresariales se creían firmemente prendidas. Es posible, que además de la permisividad de los reguladores financieros, la debacle global, que cada día que pasa parece retroalimentarse, tenga también como catalizador la catarsis a la que nos conduce el nuevo paradigma digital. Nadie está a salvo, ni multinacionales ni pequeñas y medianas empresas, la marejada a la que hemos ido asistiendo en los sectores más de vanguardia, como la música (aquellos en los que tienen una voz preponderante los jóvenes), se va extendiendo a los más conservadores, a medida que estas generaciones que han crecido en armonía con el desarrollo y despegue de la web, van accediendo al mercado de consumo masivo. La recursividad y velocidad en el progreso tecnológico ha provocado que los adultos pasen, de ser generadores de consejos y experiencia, a un rol secundario, como receptores de orientación y recomendaciones, por parte de sus vástagos.
Lo que antaño trascendía en varias generaciones, hoy acontece en lapsos de lustros, por lo que mantenerse actualizado, “a la última”, conlleva o bien un coste de tiempo, dinero y dedicación significativos, o bien delegar en un tercero, en un supuesto experto, que actúe de filtro y consejero, en determinados sectores esenciales para nuestra supervivencia física o patrimonial.





El financiero es uno de estos ámbitos esenciales, aunque inabarcables e ininteligibles para el neófito (y también para el profesional, aunque no suela reconocerlo). Es el motor último de la actividad social, como estamos comprobando desde 2007. Una afección grave en la turbina financiera, está poniendo patas arriba todo con lo que estemos familiarizados.


Me gusta lanzar conjeturas osadas, aún a riesgo de una equivocación segura, emanadas de inputs muy variopintos y de esa capacidad tan humana de proyectar a futuro. Los cambios que están por llegar nos dejarán atónitos. Los sectores afectados aparecen por doquier, Internet ha abaratado el acceso a la música, videos, texto, elimina la necesidad de intermediación y ha permitido una oleada de talento que ha pasado desde la acera de los consumidores pasivos, aunque intelectualmente muy activos, a la de generadores de contenido de los más variado, aunque con un patrón común, la especialización en parcelas del conocimiento, nichos, muy concretos. Los modelos de negocio están y van a ir cambiando, la gratuidad se extiende por doquier y solo se estará dispuesto a pagar por caprichos o por contenido digital que aporte valor concreto y cuantificable. Ya está ocurriendo en USA, y no tardaremos en ver esta inevitable tendencia en nuestro país.


Desde el punto de vista del que manuscribe estas líneas, estos cambios que se avizoran he de interpretarlos como una primavera ilusionante, con excitantes proyectos y apuestas, un periodo lleno de oportunidades, sin embargo, intuyo que para los prebostes de los medios tradicionales, todo apunta a que un crudo invierno se cierne sobre ellos. El sector financiero no es distinto. La ingente cantidad de blogs que, de manera gratuita aunque no desinteresada, aportan servicios de un gran valor añadido, recomendaciones, consejos, alertas, ranking de productos, detalles de las reclamaciones de los particulares etc., pueden permitir el tránsito de una era en la que las condiciones las ponían las entidades, para una multitud generalmente falta de orientación, a otra en la que la democratización del acceso a la información relevante y objetiva, permita que los usuarios accedan a servicios personalizados, no masivos, ya sea en entidades localizadas en nuestra piel de toro o en otras zonas geográficas.


Sin duda, las entidades financieras tienen una patata caliente, estructuras hipertrofiadas que requieren para su subsistencia a clientes crédulos y entregados, de los que cada vez irán encontrando menos, o por lo menos eso me atrevo a vaticinar.
Los que me leen ya saben que la piedra angular de mis reflexiones se circunscribe a lo aleatorio del mundo en que vivimos, tanto el natural como el artificial, el generado por el ser humano, el de las variables sociales. Lo estamos viendo ahora. Todo el que detenta un puesto en el que buena parte de su remuneración se basa en proyectar a futuro, en definitiva, en ser un estadista, a errado de manera preocupante, ¿Debemos seguir confiando en estos personajes?, desde políticos a presidentes de empresas y en esa cadena, en último lugar el ciudadano de a pie, que creía o se auto engañaba, en una extraña estrategia de supervivencia, dejándose engatusar con los parabienes y las optimistas estimaciones de los próceres de empresas, gobiernos etc.


En la parcela que me ocupa, la económica y más concretamente la bursátil, estoy harto de ver patrimonios volatilizados por secundar las soflamas siemprealcistas de los que siguen intentando adivinar el futuro a partir de datos del pasado. Un modelo económico puede ser viable y competitivo hoy, aunque desconocemos si mañana, en una economía de libre mercado, que no puede escapar al paradigma competitivo darwinista, mantendrá los arrestos, la estructura y la capacidad de competir, para no ser devorada y expulsada por los contrincantes en su segmento de mercado. Algún lector se preguntará, no sin razón, ¿libre mercado?. El capitalismo más salvaje se ha transformado en la socialización de unas pérdidas, que aunque vamos conociendo con cuenta gotas, se antojan inasumibles. Realicen un sencillo ejercicio, dividan una parte del dinero que el gobierno USA está o va ha inyectar, el conocido TARP, algo más de 700.000 millones de $, entre los 350 millones de habitantes de EEUU. Obtendrán una cifra escalofriante y millonaria por ciudadano, imposible de devolver. No aprendemos que no aprendemos.


Esta es la maravilla de internet y de los editores de blog, cualquier gazapo se puede subsanar en el momento, sin duda, una forma rápida de reparar errores antes de que puedan extenderse y generar mal entendidos. Como un anónimo lector ha resaltado, la división a la que hago referencia arroja el resultado de 2.000 $ por habitante. La razón del gazapo es la siguiente. He estado manejando distintas cifras para insertar en este artículo, y se ha colado una mezcla de líneas. La cifra escalofriante se obtenía al dividir el nominal que se estima en derivados a nivel mundial, unos 450 billones de $ entre unos 1.500 millones de habitantes (a grosso modo la relación de habitantes de clase media en todo el planeta), obteniéndose una cifra por habitante de 300.000 $. No es demasiado coherente esta división, aunque la he incluido con la intención de que percibamos el calado de lo que está ocurriendo.

Probablemente estamos asistiendo a las convulsiones de un cambio radical del paradigma económico, que como ha acontecido a lo largo de la historia de la humanidad, casi nadie suele ser capaz de anticipar y nadie, a priori, puede vislumbrar su resultado. Un inciso aquí. Son tantos los que elucubran con la situación que sobrevendrá a la actual vorágine, que alguno de los actuales “gurus” acertará, colgándose unas inmerecidas medallas. Es un mal endémico de la especie humana, la incapacidad para interpretar la estadística. Es muy probable que alguien acierte cuando son millones los que vaticinan, lo improbable sería que nadie diera con la resolución a la actual marejada, aunque solo lo sabremos cuando conozcamos el desenlace y será en ese momento cuando se relacione un pronóstico concreto (que a priori partía como uno más entra la miríada de elucubraciones) con el desenlace concreto que se conozca a posteriori. El hecho de que el vulgo no aprehenda esta paradoja, hará que emerjan nuevos oráculos a los que asignaremos el rol de gurus financieros para los siguientes lustros, e incluso los encumbraremos oficialmente con galardones (premios Nobel), desde las burocracias gubernamentales y académicas, dando continuidad desde el ámbito académico a la paradoja antes reseñada.


En sistemas dinámicos no lineales el futuro es impredecible. Al igual que no exigimos al hombre del tiempo (también un sistema dinámico no lineal) que vaticine con precisión la meteorología para dentro de 2 semanas, no deberíamos exigir a los estadistas, políticos y empresariales, pronósticos largoplacistas económicos rigurosos, cuando estamos inmersos en discontinuidades matemáticas, dentro del universo de estas variables sociales. Con esta lógica, la siguiente cuestión se responde sola ¿Debemos creer y seguir a los tahúres que se lanzan a emitir pronósticos medioplacistas en el terreno de las variables económicas, cuando estamos inmersos en una discontinuidad?. Claramente no.



La reflexión que estoy tejiendo es una especulación que solo podremos verificar dentro de un lapso de tiempo que se antoja prolongado. Soy un escéptico y, en mi trabajo, esto conlleva no descartar ningún escenario posible. Este planteamiento de catarsis global debe influir en mi toma de decisiones. Desde hace año y medio, mi expertise me ha llevado a un enfoque metodológico extremadamente aséptico, descarto planteamientos direccionales (si no puedo protegerlos con coberturas con opciones), huyo de los vendedores de certezas, alerto sobre aquellos que intentan valdiamente cuantificar porcentualmente cuanto queda de caída o anticipar dónde está el suelo y por el contrario, apuesto por lanzar conjeturas, principalmente implementadas mediante inversiones neutrales a mercado (long short), que debo refutar si se muestran erradas, en el menor tiempo posible. Es una metodología capital, mi enfoque no busca corroborar que la conjetura lanzada marche por buen camino (esta es la práctica más peligrosa y extendida), busca refutarla, en cuyo caso se descartará y se lanzará otra.


CORTO PLAZO:


He ido diseñando herramientas que empleo en mi trabajo cotidiano, así que seguiré insertándolas en estas epístolas periódicas. En el primer gráfico visualizan histogramas horizontales que pretenden relacionar la evolución comparada de distintos sectores y áreas geográficas. Está montado eligiendo un fondo de inversión por cada categoría y graficando su evolución. Me sirve para vislumbrar que está funcionando bien y dónde no debemos estar. Por el lado positivo, durante el último mes, vemos que el oro y China copan los puestos de honor, por el lado negativo, la renta variable de Europa del este sin Rusia y Japón se postulan como las peores inversiones.



El 2º gráfico busca generar conciencia en lo referente a otras formas de encarar los mercados. Se trata de una herramienta que empleo para detectar que estrategias long short pueden funcionar mejor. En concreto es el spread Dow frente a Nasdaq 100, desde el 4 de diciembre de 2008, la posición corta de Dow y larga de Nasdaq 100, delta neutral, habría reportado una rentabilidad positiva de más del 5%, sin apalancamiento.
Por último, inserto la herramienta en la que más me apoyo para detectar un posible extremo de mercado. Es la que denomino oscilador de RV vs RF, e incluyo la curva que genera en dos ventanas temporales distintas. A la izquierda una ventana de 15 sesiones, siempre más nerviosa, y a la derecha el algoritmo aplicado a una ventana temporal de 25 sesiones. Esta última genera señales más fiables que la de 15 sesiones, y aún no se ha metido por debajo de la zona 35. Ya saben que una vez perdido ese nivel, la señal de entrada se genera cuando se supera al alza nuevamente el umbral 35-37. Por el momento toca esperar. Un saludo.



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